Simple como la verdad misma

20.4.07

Confieso que siento angustia. Irse enterando de dobleces, disimulos, codazos, trampas y vivezas, angustia y mucho. Recibimos, muy a menudo, demasiadas influencias y presiones, termina uno por no saber donde está la verdad del compatriota, si lo es de verdad, si no es sólo una mascara más. ¡Desfigura tanto, muele tanto, el poder y el dinero! Se perturba el sentido de la vista y el olfato, terminamos por no ver el bosque porque el árbol nos impide verlo.

De pronto, ser revolucionario termina evocando una cantidad de ritos y una multitud de exigencias subalternas, de datos, de vestimentas, de reuniones infaltables porque si no, ¡todo será peor y quedas fuera! Toda una serie de manejos terminan por encubrir el núcleo simple y esencial de la condición de revolucionario: ¡hacer la revolución por amor al pueblo!


Todo lo que es verdadero tiene una divina simplicidad, posee la clásica fluidez de la verdad. También la historia de los pueblos nos muestra esa misma tendencia; La verdad que simplifica y el hombre que complica. La historia del pueblo en el tiempo de Jesucristo es un espejo. De los seiscientos y tantos preceptos que debían cumplir los fariseos –todos ellos saturados, igualito que entre nosotros, de la teoría de los “mínimos imprescindibles”- a la simplicidad profunda del mandamiento nuevo: “amaos los unos a los otros”.

Ortega y Gasset apunta que: “el hombre complica y enmaraña, levanta muros y códigos que sólo el conoce con un fin: dominar y mandar”. Yo añadiría, que lo hace aquel que debe librar del escrutinio la bisutería que presenta como joya fina. Es pues, mucho más fácil de lo que pareciera pasar de la simplicidad de la verdad al enmarañamiento encubridor, especialmente, cuando se empieza a tener intereses que conservar, complicidades que ejercer, amos a los que responder.

Los grandes de la historia, desde Jesucristo hasta el Che, pasando por nuestro infaltable Simón Bolívar, nos legaron la verdad con el testimonio de sus vidas: ser revolucionario es hacer la revolución con y por el pueblo todos los días de nuestras vidas. Toda nuestra condición de revolucionarios se construye sobre este principio. Ser revolucionario es hacer la revolución por amor. No consiste sólo en el conocimiento o cumplimiento de ciertas fórmulas. Consiste fundamentalmente en el servicio a la revolución despojados de egoísmo, de orgullo, de vanidad y toda forma de injusticia, sólo ahí se verifica nuestra fidelidad: haciendo lo que debemos y haciéndolo bien, sin figuraciones, sin pescueceo, sin intereses escondidos.

Así que no hay variadas formas de ser revolucionario por la vía de las formas o las apariencias. Hay una forma que –al modo del mandamiento nuevo- lo resume todo: servir desde el desprecio por la riqueza, la influencia o el poder por amor al pueblo. Ser revolucionario es morir al hombre viejo, cada día, a cada instante, e ir pariendo al hombre nuevo en nosotros mismos.

Nada de estas cosas que nos angustian pasarían si nos miráramos en el espejo puro y simple del pueblo. Allí donde el pueblo humilde construye socialismo simple y bello está la verdad. El revolucionario tiene que experimentar en su vida esta realidad, que el hombre nuevo, fundamento de todo empeño revolucionario, tenemos que expresarlo con la vida misma, en el trabajo, en la vida social, en el mundo político, que tenemos que hacerlo a toda hora, saliendo de nosotros mismos, no sólo ciertos días, sino todos los días y las noches que nos dure esta vida.

Convertirnos al hombre nuevo, como su nombre lo indica supone converger hacia los valores humanistas, revolucionarios, cristianos, bolivarianos, robinsonianos, marxistas… con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra voluntad y con toda nuestra pasión. Es poner todas nuestras potencialidades en un esfuerzo total al servicio del pueblo. Una exigencia –realmente imprescindible- que posee sus propias autonomías, que no está sujeta a cierto grado de cultura o una cierta edad o profesión. No existe el hombre nuevo profesional, sólo el hombre viejo que se va haciendo nuevo al modo como el alcohólico va dejando cada día el vicio venciéndolo. El revolucionario nunca estará terminado, siempre estará en formación, se irá haciendo, caminando, luchando, aprendiendo a serlo, superando las pruebas.

El revolucionario tiene irse haciendo consciente de sus debilidades y sus potencialidades, evitando las tentaciones, dudando de sí mismo. No existen privilegios, no hay galones substanciales que garanticen posiciones, no hay acepción de personas, todo depende siempre de la respuesta al llamado. En la respuesta de cada día se verifica el compromiso y se condiciona todo el proyecto personal. Debemos ser cada día constructores del revolucionario que queremos ser, conscientes de que lo seremos –como tantos otros- hasta que un mal día dejemos de serlo para dar el terrible espectáculo del renacimiento en nosotros del hombre viejo.

martinguedez@gmail.com

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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sabes, querida compatriota?

Yo no se como sucedio, como nacio aquella inquietud por el bienestar de los excluidos de siempre, creo que tengo que agradecerle esa mirada al fondo del ser humano mas alla de mi mismo al comandante Hugo Chavez.

Creo que ahora mismo no me reconozco en lo absoluto, yo era individualista como el que mas, me importaba era el YO y no el OTRO, pero este cambio que ha operado en mi es para bien y creo que me acerca mas al corazon de la gente.

Supongo que este nuevo estadio de mi vida es porque ahora soy un revolucionario, no?

Un beso,

Bruno

PS: Patria, Socialismo o Muerte ¡¡¡

Poemas de Jose Angel Pineda dijo...

La diversidad cultural como elemento fundamental para el desarrollo equitativo y sostenible, para salir de la pobreza extrema a la que hemos sido sometidos puede lograrse mediante las pricipales herramientas de prevención y resolución de conflictos. El derecho a la vida, a la libertad y a la Diversidad Cultural tiene que ser factor de vida, de un entorno ambiental sano, libre de polución y de corrupción. Hay que ser solidarios dentro de Nicaragua y generar Solidaridad fuera de nuestras fronteras, pero la solidaridad debe ser recíproca entre las personas que formamos este esta nueva dimensión de conocimiento recíproco y de respeto mutuo entre personas, y de dejar el egoismo atrás, y la exclusión entre grupos de varios Países, Idiomas, respeto a las religiones y culturas económicas, artísticas, poéticas y de desarrollo sostenible con el ambiente.

La solidaridad es entre los pueblos, no entre líderes o caudillos. ¡¡¡¡ENTRE PUEBLOS!!!!

La convivencia entre la Diversidad Multicultural es una primisia de vital importancia para la erradicación total de conflictos entre los seres humanos que habitamos un mismo planeta.


El reconocimiento de la identidad Latinoamericana y de toda persona o pueblo que apoya esta causa debe ser de puro sentimiento de una solidaridad ancestral, presente y futura y de iguales..

Los pueblos indígenas son los originales habitantes de nuestros países, y debe estar en primer orden , y debemos reconocer sus características y vida propias, como su legítimo derecho a la tierra y sus costumbres.
Los recursos culturales, intelectuales y naturales son de todos los que estamos en el planeta. Los que pasamos por este enorme y pequeño planeta en términos relativos.
Nos han abandonado nuestros hermanos y hemos abadonado especialmente a la sufida minoría, que se arrodilla ante los poderosos, subordina su cultura ante los potentes, al imperio y a al estado de colonización que padecemos. Tenemos subordinada hasta la voluntad de pensar, estamos sometidos a una esclavitud del libre pensamiento y de la libre partipación de las riquezas de la Naturaleza.

Las minoritarias riquezas fortalecidas frente a las más débiles y mayoritarias ausencias de riqueza, es un compendio de inequidad crónica en nuestros pueblos.
¿quien cambiará el estado de cosas?

¿Quien cambiará las políticas Monetaristas que generan corrupción?
Existen muchas leyes sobre nuestras culturas, pero no se aplican, o se aplican de manera política. A conveniencia de Pudientes.
Necesitamos formar una nueva cultura, pero con el Fondo Monetario diciendo que es lo que vas a hacer y a pensar, jamás...
Hay que empezar , al menos con darle de comer a los pueblos indígenas, y darles la caña de pezcar y el financiamiento.

Es capitalismo...SI SI, Pero no podemos entrar en conflicto de culturas.
Yo Sinceramente creo que en la Integración Latinoamericana, pero en en el Socialismo tal a como lo considero, no estamos ni cerca, mucho más largo que cerca. EL CAPITALISMO GLOBALIZANTE, no te permite analizar ese tema, y seguimos las consignas, las teorías, de un Socialismo - Capitalista que algún día entenderé su significado.

Hay que REINVENTAR LA SOBREVIVENCIA DEL ESPIRITU SOCIALISTA Y CAMBIAR EL ENTORNO..¿ Será Posible ?

Los Sindicatos y Movimientos Sociales deben estar fuera de los aparatos de poder.

El derechos colectivo es de crearlos, por necesidad, no por imposición...
O por Demagogia.
La pobreza extrema es demasiada justificación para reivindicar los derechos de nosotros los pobres...
Pero yo noto que la oligarquía anda de Fiesta.

Nos falta mucha cultura política, técnica e ideológica.
La corrupción y el Burocratismo es un Trampa Mortal.

Por eso yo pienso en la Unidad Latinoamericana Multicultural....como integración necesaria dentro de multipolaridad, pero déjenme dudar del Socialismo.

¿Podremos al menos ser Solidarios entre los Pueblos, amigos, camaradas, de verdad?
Analicemos nuestra conciencia ...Si es así cambiaremos el entorno...de lo contrario nos estamos engañando en nuetras propias potencialidades.

José Angel Pineda

Anónimo dijo...

El presidente Chavez “encarna” la revolución bolivariana y tiene, evidentemente, una elevada credibilidad en buena parte de los sectores populares de la población venezolana, claro objetivo de esta propaganda chauvinista (Patriotero). El presidente Chavez debe asumir su responsabilidad de líder y rechazar, con claridad y vehemencia, este grupúsculo de idiotas que, desgraciadamente, puede crear las condiciones para que Venezuela proyecte una vergonzosa y “mefítica” imagen de país xenófobo y racista. Y en este mundo donde impera el “homo videns” más que el “homo sapiens”, una mala imagen puede ser, económica y políticamente, catastrófica.

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